Venezuela ya no es un país joven
Desde hace cinco años la migración de venezolanos, como consecuencia de la grave crisis que atraviesa el país, es una realidad palpable, una que hace que los jóvenes y futuras promesas de Venezuela, se muden a otra patria para poder encontrar ese pedacito de prosperidad del que tanto le hablan sus padres y sus abuelos y que hasta el día de hoy no conocen.
Por los puntos de control fronterizos atraviesan a diario miles de historias. Llevan consigo la frase más popular de los últimos años: «con una maleta llena de sueños y la frente en alto», salen a buscar la felicidad o la tragedia en alguno de los casos menos afortunados.
El cometido principal es poder llegar a cualquier país latinoamericano a establecerse para poder cambiar de estilo de vida y poder ayudar a sus familias que dejaron atrás, donde la mayoría de estos jóvenes con tan solo 18 años de edad, les tocó ser cabeza de familia porque sus padres ya no pueden más con la carga. Lo que demuestra que ya Venezuela no es un país joven.
Las cifras
Según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la cantidad de venezolanos migrantes a mediados de 2019 aumentó a cuatro millones. En su última actualización (5 de noviembre), la cifra aumentó a 4.626.968 de personas fuera del país.
En la última actualización no se detalla el número oficial de migrantes entre los 18 y 25 años, aunque se estima que es un 80 por ciento de la población resultante.
La mayoría de estos migrantes se encuentra en países vecinos como Colombia, Perú, Ecuador, Argentina, Chile y Brasil, aunque un número creciente de venezolanos se estaba trasladando también a países de Centroamérica y el Caribe.
La decisión
Después de plantearse varias situaciones en su mente, tras una disyuntiva inminente, para tomar la decisión más favorable para ella y su familia, Jennifer se encontró con una realidad distinta, a la que le pintó Juan, un primo que tiene meses en Ecuador.
Su familiar le aseguró que llegara allá, a Ecuador, que él la iba a ayudar a establecerse, mientras ella conseguía algo que hacer para mantenerse.
El escenario es totalmente distinto. Juan trabaja 14 horas diarias para poder pagar arriendo, comida, servicios públicos y lo poco que le queda se lo envía a su mamá en Maracaibo, para que pueda alimentar a sus otros dos hermanos que están en edad escolar.
«En mi casa yo dormía en una cama súper grande, aquí dormí los primeros meses en un colchón inflable pequeñito y apenas cabíamos mi primo y yo en la habitación, lloré muchas noches por lo fuerte que es la situación aquí. Extrañaba la comida, mis amigos, mi universidad, extraño mi país», recalcó.
«Cuando salía a buscar trabajo me ofrecían acostarme con los dueños para poder darme el empleo. Gracias a Dios nunca lo hice», actualmente estoy reuniendo dinero para poder devolverme a Maracaibo, prefiero estar allá con mi mamá y buscar algo que hacer para mantenerme y aportar en la casa, relató Jennifer.
Mochileros
Una modalidad por la que muchos jóvenes optaron fue la de viajar en grupo, en la que entre los que van a emprender el viaje reúnen lo mucho o lo poco que tienen de dinero y se van a «aventurar» para poder salir del país y gastar lo menos posible.
Un presupuesto muy ajustado los acompaña diariamente, al igual que las dudas de lo que se puedan encontrar en el camino, un bolso con ropa, artículos de uso personal, comida no perecedera, un pequeño filtro para el agua, algunas fotos y la carga familiar que reposa sobre sus espaldas a lo largo de la travesía que decidieron emprender en busca de la tierra prometida.
En la mayoría de los casos estos jóvenes venden sus teléfonos de última generación, computadoras o algún objeto de valor que les pueda devengar algo de dinero para poder salir del país que los vio nacer y al que no saben si regresarán pronto o en el más triste de los casos, nunca más.
“Nosotros ahorramos en el viaje lo que más podamos, nos ajustamos a un presupuesto muy mínimo, caminamos muchos kilómetros y en cuanto teníamos suerte, nos daban un aventón que nos acercara más a las fronteras de los países, relató Jorge Molina”.
«Me voy, o no me voy»
Alejandro Colina es un joven de 22 años que está próximo a graduarse de licenciado en Comunicación Social en la Urbe, y a diario se plantea si quedarse, conseguir un empleo que le genere algo de dinero o irse a Chile donde se encuentra su hermano desde hace algunos años, quien tuvo que dejar sus estudios universitarios cuando las guarimbas estaban en su punto más alto de ebullición.
“Mi viaje depende más de mi hermano que de mí, porque él es quien me va a ayudar con el pasaje, yo no tengo cómo costearme nada porque apenas me voy a graduar y en este país es muy difícil conseguir un trabajo que dé para todo”, sentenció Alejandro.
“Llegar allá me hace mucha ilusión, pero al mismo tiempo pienso en dejar a mis padres solos, pues ya mi hermano está fuera desde hace tiempo y ahora me tocaría a mí, avivar el dolor de mis padres por despedirme a mí también».
Día de la Juventud
El Día de la Juventud en Venezuela se celebra cada 12 de febrero en conmemoración a la Batalla de La Victoria, ganada en 1814 por José Félix Ribas con jóvenes del Seminario y de la Universidad de Caracas, respectivamente.
La lucha en las calles venezolanas por los jóvenes y estudiantes universitarios fueron sofocadas por los organismos de seguridad del Estado venezolano, donde en el año 2017 hubo 163 muertes, según El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), en 2018, 2019 y hasta lo que va de 2020, la cifra total es de 250 manifestantes muertos en las protestas venezolanas.
Tal situación dio paso a la salida de un número que se estima sea el 40 por ciento de la población entre los 18 y 25 años respectivamente, por buscar, seguridad y bienestar social.
«No tenemos nada que celebrar, porque este gobierno nos quitó todo, nuestras familias, amigos, costumbres. Yo le di el feliz año nuevo a mi familia por videoconferencia porque casi toda mi familia está regada por el mundo. Lo que espero es que Dios meta su mano y haga que esta gente se vaya”, aseguró Javier Caicedo.
Venezuela despide a través de sus fronteras a cientos de sus hijos a diario. Hasta el momento no se tienen cifras certeras de la fuga de venezolanos que viven en otros países, en su mayoría jóvenes.
Aquellos que cambiaron libros por otras ocupaciones, que perdieron su adolescencia tomando el rol de adultos y que esperan volver algún día a sus hogares y reencontrarse con sus familiares y afectos.
Con información de La Verdad