J. M. Cruxent y la Experiencia Sensible del Pasado
La exploración es la “acción y efecto de reconocer, examinar o registrar una cosa o un lugar” y explorar es “reconocer o averiguar con diligencia una cosa.” José María Feliz y Francisco Cruxent Roura (Sarrià, Barcelona, España, 16 de enero de 1911 – Santa Ana de Coro, Venezuela, 23 de febrero de 2005) fue el nombre con el que lo bautizaron sus padres. Llegó a Venezuela en 1939, exiliado de la Guerra Civil Española, en la que combatió en las filas republicanas en el Frente de Teruel. J. M. Cruxent –como firmaba sus obras científicas y artísticas– ha sido por antonomasia el explorador moderno de Venezuela. La exploró en la geografía y en el tiempo, en la memoria encriptada en los objetos y en la memoria de los pueblos
Generosos fueron los aportes de Cruxent a la cultura venezolana. Singularmente hubiesen bastado para darle un lugar relevante en nuestra historia artística y científica: participó en la expedición franco-venezolana que descubrió las cabeceras del río Orinoco en 1951. Fue uno de los fundadores de la Escuela de Antropología y Sociología en la UCV en 1953. De 1958 data la publicación príncipe de “Arqueología Cronológica de Venezuela”, fruto maduro de la investigación de campo, gabinete y laboratorio de Cruxent, entonces director del Museo de Ciencias, e Irving Rouse, arqueólogo de la Universidad de Yale. En 1959, inicia el Departamento de Antropología del IVIC. En la década de los 60 y 70 está en la primera línea de la vanguardia artística como miembro del “Techo de la Ballena”. En 1980 publica “Ceramología. Notas”, la obra más completa para la descripción de los atributos de la cerámica escrita en castellano. En 1981, funda el Centro de Investigaciones Antropológicas Arqueológicas y Paleontológicas (CIAAP) de la UNEFM. En 1988, en coautoría con N. Matheus y E. Durán, publica “Loza Popular Falconiana”; obra clásica y revolucionaría, que modificó la valoración que hasta entonces se tenía en Venezuela de la cerámica tradicional como signo de atraso y subdesarrollo, para trocarla en un símbolo de identidad cultural, dignidad humana y belleza. La obra escrita de Cruxent supera los doscientos títulos.
J. M. Cruxent nació en España; ese fue su nacimiento físico. El Cruxent intelectual y espiritual se gestó laboriosamente en Venezuela. “En Venezuela me abren las puertas –dijo Cruxent en alguna ocasión–, me abren el corazón. Aquí encuentro lo que vine a buscar, porque vine como un inmigrante español que huía de la dictadura de Franco. Por todo eso yo le prometí a Venezuela darle su prehistoria, porque no la tenía, lo que había aquí sobre este tópico era muy poco. Venezuela me dio vida, me dio ilusión, ganas de vivir. Yo creí necesario cumplir con un deber, dar lo poco que sabía, yo venía a eso… Y cumplí.” La vida, la obra y el legado de Cruxent son la arqueología de los sueños en la Tierra de Gracia de un presente y un futuro al que llamamos Venezuela.
Camilo Morón