Investigación

Especial sobre violencia de género: Sobreponerse a patrones generacionales de maltrato, un camino por recorrer

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Aquel hogar humilde donde la quinta de seis hermanos nació y a quien le pusieron por nombre Liznerys Elizabeth Durán Roca, fue el escenario de una historia que le enseñó que todo en la vida se puede lograr siempre y cuando se quiera. Una madre abusada y una hija muerta a manos del abusador forman parte de su historia. Su hija es hoy una estadística, una de las 6 mujeres muertas entre 2019 y 2020 en el estado Falcón. La lucha por lograr justicia le consumió parte de su vida

A los 5 años Liznerys vivió uno de los momentos más duros: La separación de sus padres, producto del maltrato, físico, verbal y psicológico, de su padre hacia su mamá por causa del alcoholismo.

“Todo lo que mi madre pasó la hizo fuerte y valiente”, recuerda Durán, para quien esa separación marcó un antes y un después en su vida como niña, adolescente y mujer.

Liznerys Elizabeth Durán

A los 15 años Liznerys se enamoró de alguien mayor que ella. Le tocó madurar rápido, pues a esa edad ya tenía un bebé en su vientre. Una niña que imaginaba hermosa y que, en medio de tantos problemas, finalmente llegaría a sus brazos.

Durán confiesa que fue duro enfrentar aquel momento en el que la llevaron a un sitio donde le practicarían un aborto, operación que por la bendición de Dios no se pudo llevar a cabo. Las 16 semanas de gestación lo impidieron.

Cuando nació su princesa, una niña hermosa de nombre Misnerys Stephanie Graziano Durán, tuvo que salir a trabajar duro. Su rutina cambió. Limpiaba casas, lavaba ropa ajena, pulía pisos y atendía en establecimientos comerciales a un público diverso para obtener el sustento de su bebé. Poco contaba con la ayuda del padre para criarla.

La historia de su madre se repetía. Toleraba una vida llena de maltratos, ofensas, golpes e insultos. Pese a que no vivían juntos, el padre de su hija sentía autoridad sobre y bajo los efectos de sustancias estupefacientes la abusaba. Doce años tardó en despertar de la anestesia. Como su madre, reconoció que la solución era tomar una decisión y alejarse del maltrato.

Junto a su niña siguió el camino. La pequeña fue creciendo entre risas, juegos, amigos y una pasión inmensa por el dibujo que mostró desde el preescolar, una herencia de su padre.

Una historia repetida

Ya grande, MIsnerys asistió al cumpleaños de una de sus vecinas. Allí conoció a un chico de su misma edad, que vestía al estilo rockero, con ropa de color negra, tan callado que parecía esconder algo. Misnerys Stephanie se enamoró.

Desde el comienzo de esa relación empezó el sufrimiento. Ya no dibujaba esos mensajes bonitos que quería proyectar, solo cosas que su novio quería ver y que ella hacía muy bien: Dibujos diabólicos, demonios y cosas feas que no tenían nada que ver con su personalidad.

Misnerys ya era bachiller y estaba estudiando en el Programa Nacional de aprendizaje (PNA) que culminó como una de las mejores de su clase.

Misnerys Stephanie Graziano Durán

La relación con su novio la llevó alejarse de sus amigos, estudios y hasta de su madre. “Mi princesa pasaba situaciones de angustia y manipulación. El miedo, el temor de hablar y desahogarse la invadían”.

En ese ir y venir a casa Misnerys quedó embarazada. Fue un embarazo lleno de contradicciones, tortura y manipulación. Ese novio que la enfermó trató de convencerla de no tener a la criatura. “Saber que era hijo del monstruo que la torturaba a su vez la aterraba”. Por fortuna entendió que ese ángel no tenía la culpa de nada.

Un plan maquiavélico

Ese hombre le robó la vida a mi hija, afirmó su madre. “Ese monstruo intentó asesinarla en enero tratando de ahorcarla, pero no logró su cometido. Fue sacado del país durante seis meses por su familia para su rehabilitación debido a la adicción a los estupefacientes”.

Pero al regresar en el mes de julio de ese mismo año volvió con su plan maquiavélico, recordó Liznerys. Un mes después lo cumplió. Misnerys fue torturada y asesinada por su pareja. La  ahorcó con sus manos y luego la colgó para simular que ella se había quitado la vida.

No la lloré por un largo tiempo

En busca de la verdadera justicia, Liznerys decidió no llorar. Se empoderó de las leyes, de conocimientos y estudios autodidactas, que le ayudaron a luchar en el caso de su hija.

Descubrió que podía hacerse una profesión sin título para hacerle frente a los órganos judiciales. Su amor de madre y la mano de Dios la guiaron.

Muchas veces quisieron silenciar su voz, amedrentándola y amenazándola para que dejara el caso tranquilo. Fueron muchas las visitas a los tribunales, luchó y se codeo con jueces, fiscales y brigadas de violencia de género para estar pendiente de cada detalle de su caso.

No fue fácil pero lo logró. Liznerys afirma que los medios de comunicación jugaron un papel muy importante en el proceso de lucha, ya que constantemente se hacía sentir su voz en un pueblo pequeño que, junto a ella, clamaba justicia.

Un año y medio pasó entre audiencia y audiencia, pero al final logró una sentencia de 25 años para el “monstruo de Judibana”, el asesino de su hija. Cuando la dictaron por fin pudo llorar.

Violencia contra la mujer en Falcón

En medio de la lucha descubrió que el Estado Falcón estaba posicionado en los primeros lugares en reportes de casos de violencia a la mujer que terminaron en femicidios. Se contabilizaron seis entre 2019 y lo que va de 2020.

Los más relevantes fueron los casos de Elba María Tambo Tambo, de 40 años de edad, asesinada por su pareja en la Sierra de Falcón. En medio de una discusión recibió dos impactos de bala.

Stefany Andreina Lugo Frontado, de 2 años de edad, fue otro caso que conmovió a la opinión pública falconiana. Fue asesinada a golpes por su padrastro en medio de una discusión con su pareja, la madre de la pequeña.

Liznerys Elizabeth Durán Roca aprendió y hoy transmite su mensaje: “Nada justifica que aceptemos ser maltratadas ni seguir patrones que creemos normales. Merecemos respeto, amor, admiración y lealtad. Si no te das paz no la recibirás, sino te dan tu lugar dátelo tu misma, pero jamás permitas que un hombre te manipule robándote tu felicidad”.

Liznerys Durán es hija de una madre abusada y ella también lo fue. Su hija murió a causa de los mismos maltratos. Hoy está convencida de que es posible desatar las maldiciones generacionales y empoderarse. “Yo también soy mujer, viví lo que tu vives y hoy sigo luchando. No te rindas, denuncia, busca ayuda”.

Nairobis Peña

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