Desde la Península de la Amistad
Soledad y silencio
Leo siempre los WhatsApp, que me envían varios de mis contactos. Hace poco despertó mi atención un bello mensaje que se refería al silencio, la paz, la tranquilidad que reina en la isla de Aruba. Vivimos la era del insoportable ruido. El silencio de los amantes es privilegio cuando huelgan las palabras y los ojos saben decir lo que callan los labios.
El silencio, cuando amamos, es el silencio de todo lo que no es el ser amado, cuando, en un beso, respiramos con los pulmones de nuestra pareja, llegando a la raíz de la vida misma. Creo que necesitamos años de amor para llegar a ello, si se pudiera decir con palabras lo que expresa el silencio ya no sería silencio.
Todos conocemos aquellos momentos indescriptibles en que algo dentro de nosotros pide expresarse por intuición, por la fuerza misma del sentimiento. Suele ser tan intenso que hasta duele; muchas veces él te amo que nace de ahí, es insuficiente para llevar toda la carga del mensaje secreto. Amor que rompe murallas, destruye obstáculos, desmigaja prejuicios, amor que hace pedazos las prohibiciones, sublima temores, hace añicos las incertidumbres, desafía, reta, soporta, afrenta, no sabe de tiempo ni de edad.
Sabemos que el silencio absoluto no existe, intentamos vivir en un ambiente tranquilo sin los excesivos ruidos que nos propina la civilización. Al llegar la noche se hacen más notorios el chirriar de los cauchos y la bocina de un carro, el ladrido de un perro, la alarma interminable de algún vehículo. Chillidos, estridores, chasquidos, crujidos, ronquidos, silbidos son los que nosotros producimos dentro del hogar. De noche, a solas con nosotros mismos, seguimos escuchando extraños pitos que corresponden a nuestro propio organismo: respiración, latidos, pulsaciones, más aquel ruido constante en nuestros oídos.
La meditación profunda nos permite ir al encuentro de nuestro ser, al que muy poco conocemos. Es evidente que no buscamos el silencio absoluto en nuestra vida diaria sino la eliminación de los ruidos no deseados.
Amar es estar atento. La vida es un tobogán. El silencio ansioso de la bajada sirve de preparación para la siguiente subida. Muchas personas necesitan ruido, bullicio social, largas sesiones en el celular, música a insufrible nivel. Lo más insoportable es el tunning. La excesiva personalización de un vehículo puede exigir un sinnúmero de bocinas capaces de producir un volumen bárbaro, es decir, salvaje.
Desde la sencillez, mi paciente opinión es: que entre más avanza la llamada civilización, más difícil es poder encontrar el silencio. Quizás por eso, a veces por las tardes, visito la catedral de Punto Fijo, ahí cuando no hay nadie, disfruto de un maravilloso silencio como por espacio de unos 10 minutos, porque luego aparecen tres señoras por la puerta lateral, que pienso que sí Dios no fuese tan bueno, saliera huyendo por la puerta principal. Sencillamente, esas señoras se les olvidan que están en la catedral.
Por Fredis Villanueva