Tres ideas al vuelo, por Ana Cristina Chávez Arrieta
1. Mi primera cana: Me llama la atención que las arrugas y canas de Sarah Jessica Parker sean noticia, al igual que la melena plateada y rebelde de Andie MacDowell, actrices de Hollywood que han decidido envejecer al natural, sin recurrir al botox ni a intervenciones quirúrgicas. Es preocupante saber que vivimos en una sociedad que le rinde tributo a la eterna juventud y donde las mujeres debemos ser esclavas del espejo. Una cosa es cuidarnos para sentirnos a gusto con nosotras mismas y los cambios de nuestro cuerpo con el pasar de los años, y otra es cuidarnos para gustarle a alguien más, recibir su aprobación y seguir viviendo.
Hace un tiempo, cuando descubrí mi primera cana confieso que me preocupé. Yo inocente, creyendo que era la única, me la arrancaba y volvía a salir; ella se mantenía apuntando al cielo, altiva, desafiando la gravedad en el centro de mi cabeza. Resignada, observé que no era huérfana, que tenía otras compañeras y que debía aceptarlas. Luego los últimos tintes que me apliqué me causaron alergia e irritaron mi cuero cabelludo, así que tengo más de un año sin teñirme el pelo. Las canas aun no me han invadido, pero las pocas que tengo allí permanecen, recordándome que no solo la protagonista de Sexo en la ciudad ha sumado más de una década, sino también las fieles espectadoras de la serie, quienes esperamos con entusiasmo las historias que nos contará, convertida en una mujer de 50 años, a mucha honra.
2. Los zapatos de la profe son de cartón, de cartón: La expectativa generada por un anuncio de venta de zapatos (¿usados?) a precios menores de 60 bolívares en la sede central de la universidad donde laboro, evidencia el estado deplorable en el que se encuentra la economía de los trabajadores universitarios, quienes entre otras carencias, no contamos con calzados óptimos para la actividad diaria. Hace unos tres años la caja de ahorros de la otra institución en la que trabajé dio un préstamo para comprar un kilo de queso. Sí, leyó bien, un kilo de queso. Ese préstamo no lo tomé, porque meses antes me anoté en el crédito especial para comprar unos kilos de carne. Atrás quedaron los financiamientos para la adquisición de viviendas, automóviles y equipos informáticos. Así estamos, dejando el buen vivir y las suelas de los zapatos abandonadas en la calle, al igual que el gobierno nos ha abandonado y desasistido con sueldos de miseria, invitándonos a «emprender» en lugar de garantizar remuneraciones justas y dignas para nuestra labor formativa, de investigación científica e invención tecnológica. Los salarios de los «pobresores», como diría un colega, son una burla, un monto simbólico que se esfuma en un pestañeo frente a la cajera del supermercado, mientras decido si comprarme la cerveza que afectará mis finanzas de docente o aprender a prepararla de manera artesanal, como sugiere el mandatario venezolano, actividad que sin duda, resulta mejor que dar clases en la universidad.
3. La nueva normalidad: No sé ustedes, pero yo sigo encerrada en mi casa saliendo lo menos posible y evitando las reuniones con muchas personas. Aunque nuestros políticos hacen todo lo contrario al frente de sus campañas electorales plagadas de falsas promesas, besos y abrazos sin tapabocas, mientras recorren calles que no volverán a pisar hasta las siguientes elecciones, la recomendación más sensata es que debemos seguir cuidándonos. Recuerden, la vacuna no es un salvoconducto para la imprudencia.