No hay que hablar mal de nadie
En mi reflexión de la semana, comienzo por decir una frase que de todos deberíamos hacer de ella un hábito, la cual, dice así: «No hablar mal de nadie, es la mejor forma de hablar bien de tí». Lo primero que tenemos que resaltar, es que las personas felices evitan hablar mal de los demás, pareciera que ellas, simplemente no tienen esa necesidad… todos tenemos que saber que lo que decimos y hacemos, habla más de nosotros mismos, que de los demás.
Así que, sin más preámbulo, HABLAR MAL DE ALGUIEN, consiste en emitir comentarios negativos o despectivos sobre otra persona, generalmente en su ausencia. Hablar mal de los demás, varía desde la crítica sencilla, hasta acusaciones graves, que pueden llegar a ser difamatorias, hasta tal punto, que cuando se descubren, se pueden convertir en un problemas extrajudicial.
Mentir o hablar mal de los demás, puede tener un impacto negativo en las relaciones interpersonales y en la confianza de los demás hacia esa persona. Las personas que mienten de manera crónica, pueden tener dificultades para enfrentar la realidad o pueden estar tratando de ocultar algo. Sin embargo, hablar bien de los demás refleja la presencia de ese elemento necesario para ir construyendo una mejor autoestima, en la búsqueda del bienestar personal; así que, tenemos que ser conscientes de cómo nos comunicamos y enfrentamos aquello que nos es más dificultoso para seguir avanzando en desarrollar cada uno de nuestros proyectos.
Lo que les citaré a continuación, como parte de mi reflexión de la semana, sobre que no hay que hablar mal de nadie, es bíblico: Filipenses 2:14-16 TLA (Traducción en Lenguaje Actual). Hagan todo sin hablar mal de nadie y sin discutir por todo, para que no pequen ni nadie puede culparlos de nada. En este mundo lleno de gente malvada y pecadora, ustedes, como hijos de Dios, deben alejarse de la maldad y brillar por su buen comportamiento. Nunca dejen de crecer en el mensaje de la vida. Así yo podré estar orgulloso de ustedes el día que Cristo vuelva y sabré que mi trabajo y mis esfuerzos no fueron inútiles.
Fin de la cita.
Para finalizar, no hay que hablar mal de nadie, porque esa es la mejor manera de hablar bien de nosotros mismos, claro que sí. Pues bien, cuando guardamos nuestras palabras para no hablar mal de otras personas, lo que estamos haciendo es hablar bien de nosotros mismos. Cuando hemos cultivado el valor de la prudencia y, por lo consiguiente, la practicamos, entendemos que muchas veces no tenemos nada bueno que decir, entonces lo mejor es mantenerse en silencio. Esto es tan importante, que Dios lo puso en su Decálogo Bíblico, Él, se toma el tiempo en uno de sus diez mandamientos para ponernos estas instrucciones: no darás falsos testimonios contra tu prójimo. De modo, que es muy significativo como nos referirnos de los demás; así que, hablar mal de los demás, nos afecta más a nosotros mismos, que a la otra persona.
Por último, yo en lo personal, a esta altura del camino de mi vida, solo me resta decir, que si alguien quieres llevarse bien conmigo, lo único que le pido, es que no me hable mal de nadie, porque realmente no me interesa la vida de los demás. Además, estoy claro, discúlpame que les hable en primera persona, la elegancia de un hombre, está en la seriedad de lo dice.
¡Un abrazo lleno de bendiciones!
Si le gustó mi reflexión de la semana, cuánto le agradezco que me ayude a compartirla.
Por Fredis Villanueva