Nadie es perfecto
Fredis Villanueva
Desde la Península de la Amistad
Sí de algo tenemos que estar claro es que ni usted, ni yo, somos perfectos, nadie lo es y, sin embargo, fuimos formados a partir de un diseño maravilloso que compartimos con toda la humanidad, nuestras virtudes y defectos. De manera, que no somos perfectos ni podemos pretender serlo.
A diario observamos personas que se creen impolutas e inmaculadas, tan es así, que se dedican a criticar los comportamientos de otras personas. Donde la mayoría de las veces, hacen murmuraciones de menosprecios sin conocer a las personas.
Quizás, quienes se ocupan de esas actitudes de reprobar a otros, se creen “los perfectos”. Cuando se crítica a alguien, con la intención de desprestigiarlo, eso no se ve bien. En el artículo del pasado miércoles 5, escribí que la regla de oro es: “No hagas lo que no te gusta que te hagan”. De modo, que cada persona viva su vida como mejor le parezca, siempre y cuando, no perturbe ni importune a los demás.
Actuemos apegados a las palabras de Jesús, en el versículo (Lucas 6, 41-42), ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo y entonces, verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano…
Pues bien, estas palabras de Jesús, tienen un representativo significado para lo que estamos hablando hoy, ya que tenemos mucho que aprender de ellas, meditarlas y ponerlas en práctica en nuestro diario vivir, y así, dejar de criticar los errores e imperfecciones de los demás, porque, si hay algo que debemos tener claro, es que nadie, absolutamente nadie es perfecto.
En mi muy humilde reflexión final, pienso: que, sin duda, somos seres proclives a equivocarnos y a cometer todo tipo de errores. Todos tenemos ciertas cualidades y carecemos de otras, tenemos muchas imperfecciones, unos más que otros, pero en efecto, nadie es perfecto. Lo importante es reconocer nuestras carencias y así saber a qué situaciones nos vamos a enfrentar para darles soluciones y a las que no podemos resolver, buscar ayuda con humildad. Lo que no podemos es echarnos de perfeccionistas y de sabelotodo, menos aún, presumir de algo que padecemos, viviendo así; no progresaremos, porque a fin de cuenta, lo que perseguimos día tras día, es mejorar.
Para finalizar, recordemos el refrán popular: “Mono no ve su rabo, sino el del compañero”. Ese refrán, nos enseña que no debemos emitir juicios sobre otras personas, sin antes reparar qué autoridad moral tenemos para enjuiciar y condenar a otro. No juzguemos a quien erró, nadie es perfecto.
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¡Que Dios te bendiga. Un abrazo!
¡Hasta el próximo miércoles, Dios mediante!