Miel y Salmuera: Gente Real
La pandemia va para largo, la Organización Mundial de la Salud no brinda información alentadora con respecto al fin de esta situación. Al contrario, advierte sobre nuevas variantes y el surgimiento de otros virus, que nos obligarán a continuar implementando medidas de bioseguridad y a prolongar la permanencia en nuestras viviendas como medida de prevención .
Con mayor intensidad, desde hace poco más de un año, los hogares y las redes sociales se han convertido en nuestro refugio. Tan acostumbrados a salir, a vivir en la calle y a mantener un ritmo de vida acelerado, nos enfrentamos al deber de quedarnos en casa y a “dejar el agite”.
Las semanas iniciales fueron de gran expectativa. ¿Ahora qué hago estando tanto tiempo encerrado? Cumplidas las labores de limpieza a fondo, la participación en formaciones virtuales y la adaptación a la llamada nueva realidad, seguimos con el dilema del tiempo y su relatividad.
Aun en casa, las horas del día parece que no son suficientes. Nos atiborramos de trabajo virtual, en línea, a distancia, y nos ocupamos de nuevas tareas que vienen a compensar la necesidad de seguir perteneciendo al mundo de lo externo.
Continuamos mirando hacia fuera y colocamos en una vitrina nuestras vidas, para que a través de las redes sociales otros nos juzguen y valoren.
Vemos demasiadas vidas perfectas en Instagram. Muchas caras sonrientes que moldean sus figuras o que consumen productos impagables con los sueldos de la administración pública venezolana. Yo quiero tener esos cuerpos y comprar lo mismo, afirmo sin tapujos, mientras me deleito con un pan dulce y un café negro en la seguridad de mi hogar.
Del apuro queda el cansancio, y del estrés las enfermedades. No quiero eso, por eso suelto lo que me genere incomodidad e insatisfacción, incluso en redes sociales.
El tema de la seguridad y de la zona de confort es otro asunto. Poco a poco nos vamos desestructurando, nos estamos mo-viendo. Pareciera que para algunos es más rápido o sus cambios y pasos iniciales los hacen visibles con mayor prontitud, mientras otros siguen lidiando con sus monstruos internos.
Lo cierto es que cada quien busca la vitrina que mejor le funcione para mostrarse mientras se reconstruye a diario y no se vende como producto final, bien acabado y sin detalles. Yo ando en busca de gente real, que me comunique vivencias con las cuales identificarme. Ando tras la pista de arte, cultura, literatura y las personas que las hacen posibles. Gente verdadera hecha de carne, huesos, uñas, dientes, miedos y triunfos. Gente que enseñe, no solo que venda.
Por: Ana Cristina Chávez / [email protected]