Lo grande que es perdonar, por Fredis Villanueva
Confieso que el título del tema de hoy, no es de mi autoría, pertenece a una canción en las voces del reguetonero Vico C y del salsero Gilberto Santa Rosa, que cantan en reguetón suave. De entrada, les reseño: una vez en la radio no le presté atención a dicha canción, por el solo hecho que de antesala, el locutor nombraba la palabra reguetón. Después de cierto tiempo, viajo en una buseta que trae un reproductor encendido con un volumen de decibeles no permitidos, no obstante, cada quien venía en lo suyo, de repente oigo una canción que dice: “No me mates más con ese rencor/ No me tires más con la soledad/ No hagas alianzas con el dolor…”, repite el reguetón. Luego en la carretera empieza caer una lluvia y unos niños juegan con ella en las humildes casitas que están cerca de la vía, eso hace que me olvide por un momento de la canción y me reencuentre con mi niñez y en medio de mi acallada imaginación, Vico C y Santa Rosa, siguen cantando: “Te doy hasta la luna con su esplendor/ Te doy hasta mi sangre por tu piedad/ Doy lo que sea para que tu corazón/ Mire lo grande que es perdonar…”, sigue sin parar la canción…Así que, sin más preámbulo, pasamos a desarrollar el tema de hoy: “Lo grande que es perdonar”.
Cuando nos hacen daño, por lo general, nuestra primera reacción es ir contra quien nos lo causó, no obstante, esta reacción natural tiene lógica y también consecuencias. A corto plazo, tratamos de impedir que el daño que nos causaron continué; pero si la acción sigue por mucho tiempo, nos podemos ver reflejado en la metáfora que les quiero describir:
“Cuando alguien nos causa daño, es como si nos mordiera una culebra, las hay que tienen la boca grande y hacen heridas profundas. Una vez que nos ha causado la herida, empezamos a curar la mordedura cuestión que no es fácil; pero a la final, la mordedura se cierra. Sin embargo, la herida es peor, si la serpiente es venenosa y, aunque se haya ido, nos deja su veneno en nuestro cuerpo que complica que la herida se cierre con premura. Los venenos más comunes son: el de la venganza, el del ojo por ojo y el de buscar justicia por encima de todo. El veneno puede estar actuando durante muchos años y, por eso, la herida no se cierra, el dolor no acaba durante todo ese tiempo y nuestra vida pierde su vigor”.
Moraleja: Cada vez que pensamos en la venganza o la injusticia que nos han hecho, la herida se abre y eso duele, porque recordamos el daño que nos hicieron y el recuerdo del sentimiento nos lleva a sentirlo de nuevo. Extraer el veneno de nuestro cuerpo, implica dejar de buscar venganza, en otras palabras, echar a un lado los pensamientos destructivos hacia quien nos mordió. De manera, que si pensamos en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso, si queremos que la herida se cure, dejemos los pensamientos voluntarios de venganza hacia quien nos hizo daño.
Evidentemente, que aunque sepamos lo grande que es perdonar, procuraremos a que la culebra de la metáfora que arriba narramos, no nos vuelva morder; pero por eso, no hay que matarla, sino evitarla y aprender a defendernos de ella, asegurándonos que lo ocurrido ha sido un accidente o un descuido, que no se volverá a repetir.
Pero, si hay algo que nos fortalece más que cualquier otra cosa, es el estar claro que a veces somos la víctima de la metáfora y otras veces la culebra… Lo importante es que somos capaces de perdonar, porque lo hemos intentado y lo hemos podido lograr, pero más importante aún, aprender a no causarle daño a nadie, de manera que, no exista la necesidad del perdón.
En mi muy humilde reflexión final, pienso que: perdonar es algo grande, porque nos compromete con nuestro propio proceso de cambio. Al reconocer y entender el elevado valor de perdonar, podemos crecer y de mejorar nuestras vidas. Así que, si elegimos perdonar a la persona que nos ha ofendido, entonces, nos estamos liberando del papel de víctima, dejando atrás nuestro resentimiento y la manera en que nos causaron daño. Eso sí, el perdón hay que practicarlo de corazón, porque de lo contrario, no sirve de nada.
Para finalizar, recordemos que, aunque sepamos lo grande que es perdonar, no podemos obligar a nadie a que nos perdone, hay quienes no están preparados para hacerlo. Pero, pase lo que pase, tenemos que seguir adelante comprometidos en tratar a los demás con cautela, prudencia, ponderación y respeto.
Gracias por invertir su valioso tiempo en leerme, ojalá se sienta gratificado por la inversión del mismo.
¡Un abrazo lleno de bendiciones!
¡Hasta el próximo miércoles, Dios mediante!
Por Fredis Villanueva.