El rechazo social se propaga a medida que ascienden contagios por coronavirus
A medida que se incrementa el número de contagios por coronavirus en el país, también aumenta el miedo a pasar a formar parte de la lista de afectados por la enfermedad. Si bien se tiene que la propagación del virus se frena con el aislamiento social, lo que no detiene el confinamiento son los rumores, los señalamientos y el rechazo social contra los casos sospechosos, los confirmados y todo su entorno.
Muestras de desprecio, exclusión, amedrentamiento y amenazas son dirigidas hasta en contra de quien se tenga solo una sospecha de ser portador del virus, cuyos verdaderos alcances quizás nunca lleguen a conocerse.
Hasta la visita casa por casa de médicos cubanos a las comunidades enciende las alarmas, pese a que es una medida anunciada por el régimen de Nicolás Maduro como forma para detectar tempranamente casos de contagios del coronavirus. Pareciera que con la llegada del virus, toser se convirtió en un pecado y una visita médica en el aviso de un hipotético apocalipsis para los posibles afectados.
Para la psicóloga Meury Rivero es característico que en las situaciones de emergencias se incrementen los niveles de estrés y tensión en la población, por la sensación de no tener el control, y el miedo a lo inesperado. Afirma que en escenarios de contingencia como el que vive el mundo por la pandemia, sentirse desprotegidos «nos coloca en una posición en la que podemos sacar los mejor o lo peor de nosotros«.
Nos querían quemar
El 18 de marzo, David Maza (51) fue “visitado” por una comisión médica en su casa de Guaritos II, al suroeste de Maturín. Maza había salido “premiado”, como le dijo la jefa de la delegación, pues aún sin haberle practicado examen alguno, había sido diagnosticado con el virus tras contestar la encuesta del sistema patria. Fue trasladado a un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) donde quedó internado solo por diez días, pese a que lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) son al menos dos semanas.
“Apenas se supo la noticia comenzaron las amenazas”, señala uno de los 12 miembros de la familia Maza que por temor pide el anonimato. “Nos llamaban por teléfono y nos pasaban mensajes donde decían que nos iban a quemar en la casa con todos adentro para así frenar la propagación del virus”, agrega. Incluso en la calle les amenazaron.
“Fueron días muy duros”, dice el familiar del único caso oficialmente «diagnosticado» en el estado Monagas, quien insiste en la tesis inicial: David no estaba contagiado con el virus, lo que hace presumir que se trató de un falso positivo.
La discriminación no solo afectó a los Maza. Sus vecinos también fueron y son vistos aún con recelo. “En la oficina me siguen viendo como con rabia, como si fuera una leprosa, no me hablaron por varios días y no me dejaban estar con ellos”, comenta Lisbeth Carballo, quien vive a cuatro casas de Maza.
“A todos en la calle nos veían como bichos raros, como si nosotros fuéramos a contagiarlos”, comenta su madre Victoria Carballo, quien recuerda que desde que se conoció la noticia nadie se atrevió a transitar por la calle donde viven.
Peor pandemia que el coronavirus
«Creo que como población debemos cuidar no volver una generalidad el rechazo social, la persecución y el señalamiento, esto es super peligroso. En algún momento saldremos de esto, pero salir del mal social cuesta mucho más porque tiene que ver con romper nuestros valores, con ser irruptivos y arrollar los derechos de otros», advierte.
La especialista consultada por TalCual cree necesario que las personas aprovechen las redes sociales y los medios para acceder a la información, conocer en detalle las formas de contagio y todo lo que tiene que ver con la enfermedad para evitar «rellenar los huecos» por la desinformación y por fantasías, pues señala que estos elementos son un caldo del cultivo para el rechazo social y medidas exageradas que nada tienen que ver con la prevención del contagio.
Alerta que ante el asedio, la reacción inmediata de personas que tengan o sospechen tener la enfermedad es el silencio, lo que podría generar que las cifras de contagio tengan un aumento exponencial. «Debemos evitar que el silencio se vuelva una epidemia», por el contrario, recomienda a la ciudadanía propiciar un ambiente de confianza en el que las personas comuniquen sus síntomas con libertad y sean atendidos.
«El miedo es libre y todos tenemos derecho a tener miedo, pero por mi miedo yo no puedo aplastar los derechos del otro, eso no justifica hacer daño al otro», agrega.
«Esos son los de Villa Maisanta»
En Villa Maisanta, una comunidad de Cumaná, estado Sucre, la situación no ha sido muy distinta desde que se conoció el primer caso de coronavirus que se detectó en la entidad: una mujer de 74 años que llegó ya contagiada sin saberlo de Perú.
Durante los primeros días, luego de haberse confirmado que tenía coronavirus la mujer cumplía aislamiento domiciliario, pero al cabo de unos días fue recluida en un centro de salud por complicaciones a causa de la enfermedad, y aunque la paciente lleva más de una semana hospitalizada, los habitantes de la zona pagan las consecuencias del temor de residentes de comunidades cercanas de infectarse por el virus.
«Ellos son los de Maisanta», es el señalamiento que reciben algunos, refieren vecinos del sector cumanés a TalCual, quienes manifiestan que aunque padecen el mismo miedo que toda la población a enfermarse es deplorable hacerse eco de malas informaciones y sobre todo de rechazo.
«A una semana que detectaron el virus aún no hemos sido abordados por las autoridades sanitarias como debe de ser. Hemos sido víctimas de rechazo en los negocios adyacentes a la comunidad ¿Cómo vamos a estar en cuarentena si en nuestras casas no tenemos alimentos? Hace dos semanas y media se canceló la caja de CLAP y aún no nos llega» denuncian.
Los habitantes de Villa Maisanta señalaron que aunque el sector es el primero que registra un caso del coronavirus en el estado, la zona no fue desinfectada. Exigen a las autoridades de la entidad aplicar las medidas de prevención correspondientes porque se sienten huérfanos.«Aquí todos en la comunidad somos vulnerables, es mentira lo que dice el gobernador que aquí llego la alimentación. Es mentira que los médicos están casa por casa. Solo visitan a mujeres embarazadas y niños y queremos que nos aborden completamente porque estamos bajo riesgo», dijo una vecina del sector.
Cacería de brujas
Aunque Meury Rivero reconoce que el miedo es característico en situaciones como la que vive el país y el mundo por el coronavirus, subraya que todos estamos expuestos a contraerlo, incluso cuidándonos. Por esta razón, enfatiza que debe cultivarse la empatía, pues no se sabe «si pasaremos a estar en el lugar del otro y podamos ser víctima del mismo rechazo que fomentamos«.
Del mismo modo, resalta que la sociedad actual tiene el deber histórico de demostrar a las futuras generaciones que ha ganado conocimiento de las experiencias anteriores, algo que podrá hacer sacando a relucir el respeto a los derechos fundamentales del otro.
Rivero pide volver la mirada a acontecimientos anteriores y observar lo que puede ocasionar el miedo, que pese a ser una reacción normal ante momentos de vulnerabilidad, puede ser dosificado gracias al razonamiento para evitar desatar la violencia que puede venir asociada. «La mejor medicina a esto es mantenerse informado de buenas fuentes», dice.
Sospecha por coronavirus
En medio de la pandemia por la covid-19, las suposiciones resultan un arma de doble filo en las comunidades. El 21 de marzo, antes de que autoridades confirmaran la existencia de nuevos casos de coronavirus, en Carayaca (Vargas) se corrieron rumores de un supuesto positivo. El rumor -más tarde confirmado por una minuta policial que trascendió a un medio de comunicación- iba acompañado de la foto del paciente y un mensaje en el sector Los Jardines, en el casco central de Carayaca
“Este es el que tiene coronavirus, pilas la de al lado es su mamá. Mosca con esa familia”, rezaba el mensaje que llegó a vecinos del sector Los Jardines en el casco central de Carayaca.
Según la minuta policial divulgada el 21 de marzo por El Pitazo, el joven fue trasladado al hospital Doctor Eudoro González de Carayaca; mientras que a su grupo familiar inmediato se les ordenó guardar cuarentena preventiva en su casa.
La quinta pata del gato
Para la psicóloga Meury Rivero es necesario que cada quien trabaje para fomentar una sociedad respetuosa de los derechos del otro, debido a que cuando pase la pandemia los valores que se erigieron durante ella son los que van a quedar.
A su juicio, es importante procurar la higiene mental, es decir, no estar buscando señales para descubrir quién en la comunidad tiene el coronavirus. «Hay que entender que existen enfermedades respiratorias de toda la vida, tenemos vecinos que siempre han sido asmáticos y que un estornudo no es sinónimo de contagio», agrega.
Considera prudente que se hagan constantes llamados a la sociedad para mantener el respeto, dejando claro que si bien el derecho al miedo es colectivo, ello no es justificación para dañar a otros.
Con información de Tal Cual