Opinión

Ecos de Occidente

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Es Día del Periodista. Voces y letras para el clamor del occidente falconiano

La mejor vajilla servida en casa de Marlen Vidal. Se celebraba también el aniversario del periódico 27 de junio. Por más de 25 años el equipo de colaboradores de éste medio impreso en Dabajuro compartimos una mesa y un diálogo abierto impecable para conmemorar éste día. Marlen, sin duda alguna, es para nosotros referencia ineludible para el ejercicio del periodismo comunitario. Un periodismo local hecho por y para su gente. Ella sembró y demostró en nuestro occidente que podíamos creer y crear nuestros propios medios de comunicación. Parecen días tan lejanos pero a su vez imborrables.

De los medios de comunicación del estado Falcón recibimos a través de sus periodistas un aporte que aún está latente en los valores de nuestros pueblos. Emisoras y Diarios fueron nuestro apoyo en el  desarrollo, en las luchas y el bosquejo del Dabajuro que queríamos construir, en nuestro caso particular. Estos periodistas con voces y plumas infalibles e impecables en su ejercicio influyeron notablemente en nuestra idiosincrasia. Cuando me encontré con muchos de ellos como profesores en las aulas donde me formé en la UNICA Coro, siempre sentí el deseo de expresar mi gratitud en nombre de nuestra tierra. Que sea hoy el día para manifestar ese sentimiento.

Ajustando el lente a una escala drone para mirar el rol de los periodistas venezolanos, falconianos y de nuestro occidente, la imagen descriptiva es tan difusa como cuando tratamos de ubicar un lugar en la gráfica. Nos convertimos lo que quieren que seamos, en instrumentos útiles aún para causa inútiles, inútiles para causas útiles y muchos sentimos que cada día nos obligan a sembrar en el mar.

Con la remuneración económica que percibimos resulta imposible mantener a nuestras familias. Por mucho que los dueños de los medios se esfuercen por otorgar la mayor cantidad de beneficios a sus periodistas sabemos no se pueden cubrir estas necesidades. Cada vez hay menos patrocinantes porque a su vez cada vez hay menos comercios con rentabilidad. Las imprentas apagadas lo que a su vez se traduce en cero ingresos por concepto de ventas de diarios.

Los ramos de flores, tarjetas, festejos, agasajos y todo el bullicio de este día se convirtió en un intento de animarnos unos a otros a seguir adelante. Nuestra voz se escucha distinta ahora detrás de un tapabocas, nuestros bolígrafos rogamos les dure mucho la tinta, una hoja de reciclaje es un tesoro y sabaneamos internet donde sea porque desde casa no siempre lo podemos costear. El saldo de nuestros teléfonos es casi seguro que el medio o alguna casa comercial nos dio el apoyo. Hemos regalado muchas veces nuestro trabajo para cubrir necesidad básica. De allí que tantos colegas emigraran por distintos países del mundo y ahora estamos varados prácticamente en la globalidad de la dura realidad.

Nos llaman de todas partes para confirmar o no informaciones. Nos piden auxilio ante la falta de servicios, en muchos hogares somos adoptados como parte de sus familias. Es inevitable nos inviten a ocupar los primeros puestos, aunque con el transcurrir de los años aprendí que el mejor lugar estaba en los últimos asientos porque la vista y los detalles de las actividades suelen ser más amplias y más claras.

Medios, instituciones y gremios del occidente venezolano han abierto tantas puertas para mí que la experiencia de aprendizaje ha sido interminablemente hermosa. En realidad soy bendecida entre nuestro pueblo y su orden funcional. Y así como a mí, estoy segura que a tantos buenos colegas.

Quizás no sea la más coherente ni han sido atractivas mis palabras escritas. Han quedado escuetas ante la grandeza de este día para los periodistas y nuestra gente.  Debo confesar estoy confundida, triste y preocupada ante la realidad que supera a mi pueblo. Era fácil para mí difundir la situación relacionada con el Covid 19 en los diferentes medios para los que laboro desde aquí, pero tocó esta vez a una parte de mi familia. Desde el jueves pasado toda perspectiva cambió. Desde ese día no quiero que mi teléfono suene para alertarme sobre la posibilidad de otro caso positivo por coronavirus en mi tierra, pero debo seguir atendiendo porque debo seguir de pie llevando calma en la verdad, fortaleza en la verdad, serenidad en la verdad y amor en la verdad.

Venía advirtiendo que nuestra posición geográfica representaba vulnerabilidad porque estamos prácticamente en una zona frontera con un foco importante de contagios. Debo confesarme con miedo, con temor y angustia; pero también debo confesarme valiente y centrada aunque suene extraño. Ese fue mi juramento profesional. Cuando mi fe se está desmoronando, toda la gente a la que he servido me recuerdan que el horizonte tiene esperanza y que esa esperanza es inquebrantable.

Ser periodista hoy en Venezuela es cumplir con el supremo mandamiento del amor. Ser periodista hoy en nuestras comunidades es no dejarlas solas. Es estar al lado del médico y del enfermo. Del que tiene todo y del que nada tiene. Del que cree en Dios y del que no. Los que no ejercemos la política somos para la oposición profesionales oficialistas y para los oficialistas somos opositores. Un día somos amigos, un día no lo somos. Pero el 27 de junio siempre están todos para reconocer nuestra labor.

Ruego por mejores tiempos para el periodismo venezolano y sé que a partir de estas vivencias que tenemos hoy la necesidad de reinventarnos nos hará hacer las cosas de forma diferente.

Ruego por la salud de nuestra gente, por nuestros pueblos. Ruego por la vida de quienes están batallando la lucha jamás imaginada, jamás predicha. Por una pandemia en la que aún nos ven llevar a sepultar seres amados y muchos se niegan a creer. Ven nuestra angustia y la desestiman por pensar que somos exagerados, aun limpiado nuestras lágrimas.

En medio de las arenas del Sahara o del temblor de ayer, con epicentro en Capatárida, seguimos hoy de pie.

Que sea un bonito día del periodista y que tengamos noticias luminosas para todos.

Lourdes Díaz Güerere

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