Opinión

Desde la Península de la Amistad

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El poder de la siembra

Dios Todopoderoso, nos transmitió a todos el don de sembrar y recoger en abundancia. Diariamente tenemos la opción de sembrar, consciente o inconscientemente, cosas buenas e instructivas o cosas malas y destructivas.

Sabiamente tenemos que estar claro, que Dios no nos entrega frutos, sino semillas, para que nosotros desarrollemos árboles que producen más y más semillas. Cada día tenemos la oportunidad de plantar miles de semillas. De manera, que hay que elegir cautelosamente cual es la naturaleza que nos tiene que rodear y, por ende, el fruto que aspiramos cosechar.

En Gálatas 6:7, dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también recolectaré”. No importa de quien se trate; tal cual sea nuestra siembra, tal cual será nuestra cosecha. Si sembramos malas hierbas en primavera, jamás vamos a recoger trigo en la cosecha. Este principio es tan claro, como practico. Está ilustrado y establecido en la Sagrada Escritura y demostrado por la experiencia de todos los días.

El poder de la siembra, es una ley divina que funciona en todas las circunstancias y trae a la creación todo lo que sembramos, en pensamientos, palabras y acciones. Todo lo que hacemos pone en movimiento una causa y una consecuencia, ya sea positiva o negativa. Exterioricemos una media docena de ejemplos: quien siembra alegría recogerá felicidad. Quien siembra trigo, cosechará pan. Quien siembra flores, obtendrá perfumes. Quien planta gratitud, cosechará buenas amistades… sin embargo, hay quienes siembran vientos y recogen tempestades o plantan injusticia y luego cosechan abandono.

En mi muy humilde opinión, pienso: Sin duda que, el poder de la siembra está en que recogemos exactamente lo que sembramos. Esta convicción de vida, hará que fluya en nosotros cosas maravillosas en nuestro camino por recorrer; muy pendiente en todo lo que hagamos, ya que cada una de nuestras acciones tiene un efecto, el cual, hará eco en la eternidad. Así como el año tiene sus estaciones, unas de sembrar y otras de cosechar. Así mismo, el camino de la vida tiene sus pasos, es por eso que no concebimos en que hay quienes se burlan de las flores, cuando están en la primavera de su vida; sin detenerse a reflexionar, que pronto les llegará la etapa del otoño, donde no tienen flores y, por supuesto, tampoco la lozanía de cuando estaban en primavera. Eso sucede, cuando uno se olvida, de que la verdadera misión de la vida, es sembrar de cariño, armonía y visión, el terreno por donde caminamos, hasta el ocaso de nuestra vida.       

Para finalizar, saber vivir, es sembrar lo mejor que podemos con los recursos que tenemos y en el terreno donde nos encontremos. Sembremos entonces, maravillosos pensamientos y así recogeremos hermosas acciones.

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¡Que Dios te bendiga. Un abrazo!  ¡Hasta el próximo miércoles, Dios mediante!

Por Fredis Villanueva.

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